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El discurso del rey (2010)

Director: Tom Hooper

Actores: Colin Firth, Geoffrey Rush, Helena Bonham Carter, Derek Jacobi


El hijo menor del rey Jorge V tiene un grave problema, y es que cuando tiene que hablar ante el público, o ante alguien que le intimida, tartamudea y se queda atascado. El problema se agrava cuando muere su padre y la corona puede caer en sus manos. No le queda más que recurrir a un foniatra un tanto particular.

En la carrera del guionista David Seidler yo destacaría su trabajo en Tucker, aquella película menor pero interesante de Coppola. Ahora es el responsable de contar esta historia en la que el padre de la actual reina queda estupendamente y donde su hermano queda como un auténtico energúmeno, contradiciendo así años y años de reportajes publicados en el Hola. Yo diría que el guión se inscribe dentro de la tendencia actual de ensalzamiento de la familia real británica, y en concreto, todo lo que tenga que ver con la reina y sus nietos. Todos sabemos que Carlos de Inglaterra nunca va a reinar y que se lo van a saltar. Esta película y otras, como The Queen, de Stephen Frears, van directamente en esa línea. Aparte de esa apología monárquica hay que reconocer que el filme está bastante bien, sobre todo en la caracterización de sus dos personajes principales, el rey y su logopeda.

En cuanto al rodaje, el director Tom Hooper tiene una manera particular de filmar las escenas. Hay que tener en cuenta que gran parte de la acción de la historia transcurre en una habitación y se limita al diálogo de dos personajes. En el cine clásico eso se rodaba con un plano contraplano grabado con un cierto ángulo y actualmente eso se rueda con primeros planos, o primerísimos planos (mucho más cercanos) al estilo televisivo. Sin embargo, Hooper opta por una técnica diferente, más parecida quizás a la de Robert Bresson, aunque no tan radical. Para quien no haya visto películas del director francés contarle que su estilo fue evolucionando de tal manera que en los diálogos al final no veíamos a los personajes y la mirada de la cámara podía estar enfocada, por ejemplo, en el pomo de una puerta. Hooper no llega tan lejos, pero sí que deja a sus protagonistas ocupando un espacio pequeño dentro del plano. Algo que resulta muy llamativo, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las escenas están rodadas en una habitación que tiene unas paredes o bien empapeladas con un papel horrible o bien con un aspecto lamentable como si hubieran sufrido un incendio. A pesar de eso, la peculiar visión del director no despista al espectador de lo importante: los diálogos entre la pareja protagonista.

En mi blog ya he comentado que si tuviera que apostar dinero por los próximos ganadores en los Oscar yo optaría por Colin Firth y por Geoffrey Rush para repartirse los premios de los mejores actores. Junto a ellos está Helena Bonham Carter que tiene la cara perfecta para hacer de reina, un tanto engreída y un tanto perdida; Guy Pearce, que también es ideal para interpretar a un Eduardo VIII juerguista; y en el resto del reparto destacar a Derek Jacobi, que aquí hace de arzobispo que mira con cara de maligno al rey Jorge VI por su tartamudez, algo que no deja de ser un homenaje metacinematográfico para los nostálgicos que recuerdan a Jacobi como el tartaja protagonista de Yo Claudio.


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