Solomon Sorowitsch es el mejor falsificador de Alemania y eso le convierte en un hombre de éxito, tanto con las mujeres como en los negocios. El mundo está a sus pies. Para su desgracia vive en el lugar y el momento más inoportuno: Alemania, años cuarenta. La época fue desastrosa para todos, pero además si eras judío como Sorowitsch tenías más papeletas para acabar en un campo de concentración. Eso sí, una vez que está allí será reclutado por el ejército de su país, junto con otros muchos judíos, para que participen en la mayor estafa de la historia: la falsificación de libras esterlinas y dólares estadounidenses.
La historia de esta película está basada en un hecho real, la Operación Bernhard, que comenzó en 1942 y que tenía como objetivo debilitar las economías de los países enemigos del Eje. Para ello utilizaron a presos judíos y a cambio de su colaboración les permitieron vivir en condiciones mucho mejores que las del resto de prisioneros. Lo cierto es que los nazis contaron con los judíos para muchas de sus actividades dentro de los campos, como por ejemplo el robo de las pertenencias a aquellos que iban a ser exterminados como ya pudimos ver en La zona gris, dirigida en 2001 por Tim Blake Nelson. Lo cierto es que este comportamiento plantea un problema moral, tanto para los personajes de la película como para los espectadores: ¿es preferible sobrevivir aún a costa de servir de trabajar para el enemigo que aniquila a tu pueblo o por el contrario es mejor dejarse matar? Probablemente cada uno tenga una respuesta a ese difícil dilema.
Los falsificadores es la película que ganó el Oscar a la mejor película extranjera en la última edición de los premios de la Academia de Estados Unidos. Lo cierto es que si hubiera competido con No es país para viejos, la película austriaca se habría llevado el premio a la mejor película, porque Stefan Ruzowitzky entiende perfectamente la historia, algo que no les ocurre a los Coen con la novela de Cormac McCarthy en la que se basa su filme. Aparte de esa comparación, el filme austriaco es una gran película en la que sobresale la actuación de Karl Markovics como el maestro falsificador, obcecado en su trabajo y que sólo se comporta como un ser humano cuando ya es demasiado tarde.