Manolo Vázquez es un dibujante genial que trabaja para Bruguera. De todos modos, y a pesar de su talento con los lápices, lo que le caracteriza (más que su obra) es su vida, en la que destacan la morosidad y el impresionante éxito con las mujeres.

El guión del filme lo firma el propio director Óscar Aibar, y en él se nota que es un español nacido a finales de los años sesenta. Y se nota porque la película está escrita (y dirigida) con una gran ternura hacia ese universo de cómic Bruguera que nos acompañó durante toda la infancia y los principios de la adolescencia. De hecho, los personajes que saltan de la página para hablar con el protagonista me parecen todo un logro en el guión.

La ambientación es quizás lo más destacable del filme, ya que nos podemos meter en esa España un tanto gris, filmada aquí con un cierto aspecto a lo Mortadelo y Filemón de Javier Fesser. Lo mejor es podernos meter en la redacción de Bruguera y ver cómo era aquel ambientillo, incluyendo la llegada de un joven Ibáñez que pronto se convirtió en la estrella de la editorial.

El reparto, aunque a priori pueda asustar por tener a Santiago Segura en un papel un tanto tragicómico, resulta bastante apropiado. De hecho, Segura se encuentra a sus anchas en la piel de Vázquez. También está realmente bien Manolo Solo en las escenas que aparece como un apocado Ibáñez (personaje que hoy en día desde luego no es así, pero que aquí le vemos en sus orígenes como creador). Y quizás el mejor de todos sea Álex Angulo en ese papel de personaje capullo, representante de la censura y las ideas rancias que intentaban castrar todos los cómics. Todavía no he leído ningún comentario de Antoni Guiral (el mayor experto de la Escuela Bruguera) sobre el filme, pero supongo que le habrá gustado.

Por último, destacar que la película es un paso de gigante del director tras dos espantos como La máquina de bailar y Platillos Volantes, que son filmes que no se merecen ni verlos gratis en la tele.